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Palais des Congrès | Porte Maillot | París - Francia
Del 26 a 30 de Abril de 2010
VII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
Semblantes y Sinthoma
VII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
 
La hora de la verdad
Gustavo Freda
 

Hay semblante en la relación hombre-mujer, en esa relación que no se puede establecer. Para presentar argumentos sobre esta imposibilidad para escribir una relación entre los sexos, Lacan va a dedicar cinco lecciones a la escritura. Se trata de mostrar, en esencia, el muro que separa a los sexos y vuelve a este encuentro tan imposible como deseable.

"Para el hombre, en esta relación la mujer es precisamente la hora de la verdad. Con respecto al goce sexual, la mujer está en posición de señalar la equivalencia entre el goce y el semblante…Ciertamente es más fácil para el hombre enfrentar cualquier enemigo en el plano de la rivalidad que enfrentar a la mujer, por cuanto ella es el soporte de esta verdad, el soporte del hecho de que hay semblante en la relación del hombre con la mujer". Y agrega: "En cambio, nadie conoce mejor que la mujer, porque en esto ella es el Otro, lo antagónico del goce y del semblante…"

Que esta relación sea imposible no es un impedimento para que los seres humanos insistan y reincidan en querer establecerla. Los semblantes cumplen esta función de hacer creer que habrá una posibilidad de comprender el goce. El goce sexual, que "el progreso de la ciencia no parece conquistar para el saber", es solidario de un semblante.

Tomemos aquí una representación pictórica (lo que demuestra que el semblante no es una representación) de la pareja formada por el semblante y el goce, tal como ésta se puede puntuar del lado hombre y del lado mujer. Dos versiones de la violación de Lucrecia por Sextus Tarquino muestran la pareja semblante-goce entendida desde el lado hombre y desde el lado mujer.

El primer momento es aquel en el que Tarquino, que tiene una idea fija -ultrajar a Lucrecia-, se mete en su cama, amenaza con apuñalarla si ella le ofrece resistencia, y la viola. La representación que pinta Tiziano de ese momento es el cuadro "Tarquino y Lucrecia" que está en Cambridge. La mujer está aquí en posición de señalar (para el hombre) la equivalencia entre el goce y el semblante. Tarquino quiere gozar de Lucrecia pero no sólo de su cuerpo, apunta a la reputación de su virtud que la convierte en única.

Tenemos otra representación de esta historia en el cuadro del Veronés "Lucrecia", que se encuentra en Viena; muestra el momento en que se esgrime un segundo puñal, en esta oportunidad lo hace Lucrecia y contra ella misma. Al día siguiente de los acontecimientos, después de relatar a su padre la violación de la que fue víctima, tiene el sentimiento de ser una mujer que perdió el honor y está desesperada. Como no puede sobrevivir con este deshonor, Lucrecia se mata.

Este goce del otro obtenido sin su consentimiento determina que, de ahí en más, ningún semblante se mantenga para ella. Una "relación sexual" sólo se sostiene en "este arreglo entre el goce y el semblante que se presenta como castración". Sin ello, la vida no tiene más sentido. No cabe duda que su imperativo de virtud era tan exigente como su imperativo de honor: una vez perdido no hay ningún semblante que pueda detener lo real de la muerte.

Traducción: Dora Saroka

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