En su curso del 10 de diciembre de 2008, Jacques-Alain Miller se preguntaba: "¿Qué es un analista en la clínica del sinthoma? Es al menos –respondía- un sujeto que ha percibido su modo de gozar como absolutamente singular, la contingencia de ese modo de gozar, que ha captado -¿de qué modo?- su goce en tanto fuera de sentido."[1]
Como se puede leer, dentro de la respuesta hay otra pregunta: ¿de qué modo el sujeto ha captado su goce irreductible, singular, contingente y fuera de sentido?
Para intentar avanzar sobre esta última pregunta, propongo usar una noble herramienta: la fórmula, acuñada por Miller dos años atrás, "medir lo verdadero con lo real".[2] Fórmula congruente con el plan de trabajo que él mismo trazó para nuestro próximo Congreso[3]: articular una dialéctica del sentido y el goce, y manifestar en nuestros trabajos el borde de semblante que ubica el núcleo de goce. Es decir, no borrar el semblante sino recuperarlo en su dignidad instrumental. En este caso, para una lectura de cómo el sujeto ha captado su goce fuera de sentido. Dicho de otro modo, se trata de elucidar cómo el sujeto ha medido lo verdadero con lo real. Elucidación que lejos de la transparencia del sentido apunta a develar cuál ha sido el lazo del semblante con el goce opaco del sinthoma.
La traducción literal al español de la fórmula "mesurer le vrai au réel" sería "medir lo verdadero a lo real". Pero es una traducción que amortigua su carácter paradojal: la de medir lo verdadero con la vara de lo real. Paradojal porque lo real es sin ley y lo inconmensurable por excelencia.[4] Cómo medir lo verdadero con lo inconmensurable de lo real, podría ser otra forma de decirlo.
Como es sabido, el contexto de esta frase es la reconsideración del pase según la TDE, en especial a partir del "Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI" donde Lacan habla de la hystorización en el pase. Hystorización que –en tanto se dirige a un Otro- supone un trabajo de "traducción" o de "interpretación", incluso en el sentido teatral del término, de aquello que fue alcanzado en soledad.
Si el pase en la cura va del inconsciente transferencial (interpretativo, que se articula como sentido y establece un lazo social) al inconsciente real (lo ininterpretable, fuera del sentido y que reenvía a la soledad), la cuestión es cómo se reestablece un lazo con el Otro una vez que el sujeto alcanzó el inconsciente real.[5]
Esa operación es el pase bis que va ahora del inconsciente real al inconsciente transferencial, y la hystorización -en tanto histeria- aunque surge de la soledad del inconsciente real, apunta al Otro. "Este es -dice Miller- el teatro del pase".
Teatro, histeria y estructura de Witz reproducidos por el dispositivo del pase y su transmisión. Un nuevo lazo con el Otro que no implica un testimonio sobre lo verdadero de lo verdadero -sería un metalenguaje- ni una prueba de verdad -eso es el análisis, el pase bis supone haber llegado a saber que la verdad es un espejismo que se extingue cuando, ante el inconsciente real, se eleva la satisfacción que marca el final de análisis.[6]
Es decir que, en esta perspectiva de medir lo verdadero con lo real, es central la noción de satisfacción. Pero no sólo la alcanzada por el sujeto en el final, sino aquella suscitada en los otros, porque en el pase –concebido como hystorización - resulta crucial "obtener la satisfacción de los colegas".[7]
Ahora bien, hay diversas maneras de obtener la satisfacción de los colegas. Hay una satisfacción que puede lograrse por la identificación, por entendernos y comprendernos en tanto compartimos una jerga, un sentido común. Es aquella donde la resonancia es la del cuerpo en tanto imaginario, la que hace a la buena forma del Uno de lo uniano. Pero la satisfacción que Lacan destaca en el pase es de otra índole.
¿En qué consiste la satisfacción? En comprender, ya que el sentido comprendido es el goce, la satisfacción.[8] Entonces, ¿cómo concebir esa satisfacción desde la perspectiva de medir lo verdadero con lo real si lo real es, precisamente, lo que excluye el sentido?
Propongo lo siguiente: se trata de una satisfacción que lejos de hacer resonar el cuerpo en tanto imaginario evocando la buena forma de lo Uniano, es capaz de hacer resonar una conexión con el agujero, es decir, la conexión que preserva lo Unario y que es propia de la identificación al síntoma.[9]
Recordemos que el horizonte del testimonio nunca es el de la completud de lo Uniano, sino el de la hiancia -la que introduce y preserva lo Unario- y donde lo dispar de un real puede ser alojado y transmitido.[10]
Así, no hay que esperar del testimonio una información completa, ya que lo que se transmite son siempre "modalidades de la pérdida".[11]
Pero no obstante esa pérdida, a veces se produce "el milagro de la satisfacción" que ocurre cuando en el propio mensaje -siempre insuficiente- el Otro llega a entender lo que está más allá, llega a entender justo en el fracaso en el decir.[12]
Así, la satisfacción alcanzada y la suscitada en los colegas es la que se recorta sobre un fondo de insatisfacción ligado a una pérdida que no es fruto de la impotencia del lenguaje sino signo de una nueva relación con la repetición. Aquella que sabe que hay una imposibilidad y que, sin excluir el goce del saber, permite anudarlo en una relación de extimidad.
Satisfacción que corresponde a una ética del fracaso inherente al bien decir que surge de cercar, cernir, lo que no puede traducirse yhace resonar el goce en el saber. Se trataría entonces de la paradoja de una traducción que preserva una relación a lo intraducible como tal.
El pase bis -concluye Miller- supone establecer la diferencia de lo verdadero y lo real, elaborar la deriva de lo verdadero, medir aquello que hizo función de verdad y que, en el análisis, desde el punto de vista de lo real, se dedicaba incesantemente a extinguir o a velar ese real.[13]
Así, entiendo que para "medir lo verdadero con lo real" resulta necesario haber aislado un S1, un semblante que en esa misma operación adviene como "otro estilo de significante amo"[14], un semblante que al desnudar su función de "falso real" hace posible una lectura: aquella que delimite lo intraducible del goce opaco del sinthoma.
Si todo discurso, incluido el del psicoanalista, es del orden del semblante y gravita en torno a lo real para evitarlo[15], ¿dónde situar entonces esta operación? Precisamente en la producción de un S1, nuevo estilo del semblante que ya no llama al Otro y que por ello mismo permite atisbar un vacío, el que se vislumbra en el intervalo ubicado entre el lugar de la producción y el de la verdad, allí donde Lacan situó la clave de la imposibilidad, es decir, lo ininterpretable del agujero traumático (troumatique) del inconsciente real. [16] |