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Del 26 a 30 de Abril de 2010
VII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
Semblantes y Sinthoma
VII Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
 
La semblantización no es nominalista
Jésus Santiago
 

En su presentación del tema del próximo Congreso de la AMP, J.-A.Miller propone la noción de semblantización como una manera de apuntar a que, en el ámbito de la clínica psicoanalítica, el "ideal del desvanecimiento sintomático total no tiene sentido"[1]. Si no hay solución fuera del síntoma en la conclusión de la experiencia es, antes que nada, porque el semblante está en la base de lo que Lacan designa como "la función primaria de la verdad".[2]

Esto quiere decir que aquello que es propio de la experiencia del análisis exige tiempo; o sea, que el tratamiento de lo real se hace por la acumulación del trabajo de desciframiento de los efectos de verdad. Tomar de un modo dicotómico la oposición entre la verdad y lo real, entre el semblante y lo real –como si fueran realidades excluyentes–, puede producir una concepción de la práctica analítica que, en el fondo, excluiría los efectos de verdad, los cuales, en última instancia, solicitan tiempo. La hipótesis que se puede formular es que una exclusión tal aproximaría la práctica analítica a una tendencia nominalista que comprometería lo esencial de sus fines. Concentrar la atención en lo particular de la clínica se inserta en la vertiente nominalista práctica que se manifiesta, también, en los excesos devenidos de la aplicación terapéutica del psicoanálisis. Más adelante profundizaré en este problema del sesgo nominalista de la práctica que se constituye a raíz del refugio del analista en lo particular de la clínica.

La categoría de la semblantización evidencia que la única salida frente a los obstáculos que emanan del trabajo de desciframiento del síntoma, en el momento en que éste se topa con el sinsentido del goce, no es otra sino el semblante. Es muy probable que la herramienta clínica que traduce la dinámica de funcionamiento de la semblantización sea el propio Sujeto-Supuesto-Saber. Si él es un semblante, su transformación –sin embargo- no da lugar a un real sin relación con semblantes. Nada de su transformación -y de su caída consecuente- sucede sin el desprendimiento de algunos S1. Puede decirse que la semblantización constituye una aprehensión profundamente esclarecedora de lo que va a ser la historización, puesto que explicita la importancia decisiva que asume el uso del semblante en la concepción lacaniana del síntoma y de su resolución final. Es por esta razón que el valor conferido al semblante, en la práctica analítica, supone una toma de posición en relación a la querella entre el nominalismo y el realismo.

Es así que no me parece accidental que, en El Seminario, libro 18, sobre el semblante, Lacan haya tenido el cuidado de afirmar explícitamente su filiación no-nominalista. Se podría incluso argumentar que se trata de una elaboración destinada al nominalismo de esa época -a saber: la filosofía deconstructivista de Jacques Derrida-, puesto que, a lo largo de este seminario, hay elementos irrefutables para afirmar esta proposición. Se considera, sin embargo, que existen otros motivos que conciernen a las razones de fondo que remiten a su propia concepción de lo que es la práctica analítica. Cuando declara "... no soy nominalista", Lacan busca resaltar que su punto de partida no es que "el nombre es algo que se aplica, así, sobre lo real" y que, en última instancia, "nuestro discurso(...) sólo encuentra lo real por cuanto éste depende de la función del semblante".[3]

Para el nominalismo, lo real y los nombres se presentan como realidades separadas y estancadas. El nombre de las cosas se concibe como un puro artificio que, en el fondo, no tiene nada que ver con la concepción de lo real que vehiculiza esta doctrina, a saber: los seres o los individuos como esencialmente particulares. Se trata, entonces, de una doctrina que sólo reconoce la existencia de los individuos y que no acepta la existencia de realidades universales; sobre todo cuando estas se presentan bajo la forma de categorías mentales.[4] El efecto de la eliminación de todo lo que no sea la particularidad de los individuos es que reduce lo real al mundo de los individuos particulares.

Si lo universal se concibe como contradictorio e insólito, debe ser, por lo tanto, radicalmente excluído. En el individuo no hay manifestación universal alguna que pueda distinguirse de aquello que es su naturaleza intrínseca. Los universales son nombres, no una realidad, ni algo que tendría su fundamento en la realidad. Al postular que los universales son meros flatus vocis o simples emisores de vocablos, el nominalista es llevado a admitir que los universales no remiten a nada real. Por lo tanto, en la acepción nominalista, los nombres son semblantes sin ninguna relación con lo real.

Así las cosas, según la solución nominalista prevalece la artificialidad del significante que, por un lado, toma como verdad la tesis unilateral de que el significante sería un semblante y, por otro, que no habría semblante en lo real. Si Lacan se dice no-nominalista es porque la aprehensión de lo real por el psicoanálisis se opone a la presuposición de la separación radical entre los nombres y las cosas. La práctica analítica sólo es posible por su política del síntoma, en la que se formula la conjunción entre lo real y el lenguaje.

Además, esto es del orden de la evidencia: si el psicoanálisis busca modificar lo real con las palabras, es porque, para él, la articulación entre lo real y el lenguaje es un punto de partida que no se puede transponer. Sin embargo, no es suficiente decir que la práctica analítica se limita a tratar la unicidad del caso por medio de los tipos clínicos. Esto sería confinar el tratamiento analítico a la existencia de los tipos clínicos; es decir, restringirlo al realismo de la estructura. Si se refiere al realismo es porque nombrar por medio de la estructura es más que clasificar, puesto que supone que se puede captar el particular con el recurso del semblante. Para esto es preciso conjeturar que el semblante se aloja y, al mismo tiempo, toca lo real.

Si la semblantización no es nominalista, ella apunta –por otro lado- a los límites de este realismo de la estructura. En la experiencia analítica, lo único no se confunde con –pero al mismo tiempo no se opone a- lo que es del orden de la estructura. Si lo esencial de la experiencia del análisis progresa solamente de lo particular a lo particular, eso no quiere decir que su desarrollo no permita destacar, en la unicidad del caso, aquello que consiste en su propia singularidad.

Es falso pensar que la conclusión del tratamiento analítico se confunde con el horizonte de la clínica en el que lo particular culmina siempre en la estructura clínica. Lo confirma J.-A.Miller, con la sorprendente tesis de que "el psicoanálisis no es la clínica". [5] En consecuencia, al tener en cuenta que la semblantización procede de las excepciones, del hecho de que sólo hay excepciones, el analista hace existir un universal paradojal, puesto que se configura como un todo en el que cada caso niega frontalmente ese todo. Es frente a esto que se admite, en lo particular del caso, una presencia real concerniente al sinthoma. Cuando se aísla este elemento de singularidad del síntoma, se objetiva ir más allá de su inclusión en un tipo o estructura clínica, para alcanzar algo de la unicidad de lo real en juego en el funcionamiento del sinthoma.

La prueba cabal de que el peso dado al semblante no recubre la perspectiva nominalista es el hecho de que Lacan, en este mismo seminario, busca demostrar que el semblante es lo contrario del artefacto. Es en este sentido que afirma: "(...)el discurso es el artefacto. Con esto esbozo exactamente lo contrario, porque el semblante es lo contrario del artefacto"[6]. Nada del semblante se confunde con las configuraciones artificiales del montaje reparador, propias de los usos de los productos de la ciencia que, muchas veces, dan la apariencia de una construcción sintomática con características bastante singulares. Lo que, precisamente, distingue al artefacto del semblante es el hecho de que el primero se instituye como un montaje puramente artificial, propio de un instrumento reparador de la tendencia fuerte del sujeto en pos de buscar formas de apaciguar el efecto –muchas veces devastador- del goce sobre el cuerpo.

Por lo contrario, el semblante prolifera en la naturaleza. Es el caso del trueno. Están también los semblantes del psicoanálisis: el Nombre del Padre, el falo e incluso el objeto a. Sin embargo, es interesante señalar la instauración del semblante fálico, en la medida en que es el índice de que una parte del goce fue, de alguna manera, significantizado y –por lo tanto- alejado del cuerpo. Se supone, entonces, que la significantización, a la luz de la última enseñanza de Lacan, se formula en términos de una modalidad particular de semblantización.

Refiriéndose no tanto al semblante fálico sino al goce que le es correspondiente, Lacan hace notar el carácter no-contingente de esa operación: "…si hubiese otro- pero no hay sino el goce fálico…"[7]. Sin embargo, ese real expresado por la parte de goce semblantizado por el falo es –como refiere Lacan_ "el único real que verifica cualquier cosa"(quoi que ce soit)[8]. Es sólo el semblante fálico el que puede verificar este real que equivale al "cualquier cosa" (quou que ce soit); vale decir, algo indiferenciado que, ciertamente, se aproxima al sentido común. Otra cosa sería la semblantización propia del sinthoma, en la medida en que apunta a obtener un real que no se asemeje a nada y que, en consecuencia, se manifiesta en tanto diferencia absoluta.

 
Notes
1- Miller, J.-A., « Semblants et sintohomes ». Nouvelle revue de psychanalyse: À quoi ser un corps? Septiembre 2008, n˚ 69, p. 128-129.
2- Lacan, J. , El Seminario, libro 18 . De un discurso que no fuera del semblante (1971) Bs.As, Ed.Paidós, 2009. "….el semblante que se hace pasar por lo que es la función primaria de la verdad".
3- Lacan, J., El Seminario, libro 18 . De un discurso que no fuera del semblante (1971) Bs.As, Ed.Paidós, 2009. P.27.
4- De Libera, La querelle des universaux: de Platon à la fin du Moyen Age, Paris, Editions du Seuil, p. 21.
5- Miller, J.-A. Cosas de finura en psicoanálisis. Lección V. Curso 2008-2009, inédito.
6- Lacan, J. El Seminario, libro 18 . De un discurso que no fuera del semblante (1971) Bs.As, Ed.Paidós, 2009. P.26.
7- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún (1972-1973). Ed. Paidós. Bs.As, 1985. P.75.
8- Lacan, J., El Seminario, Libro,23, El sinthome (1975-1976). Ed. Paidós Bs.As., 2006, p. 116.
 
Traducción: Cecilia Gasbarro
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